Resumen: Exurge, domine, judica cousam tuam... Álzate, ¡oh Señor! y defiende tu causa. Así reza la oración inscrita en el escudo del Santo Oficio de la Inquisición. Un ramo de olivas, símbolo de la pureza y de la grandeza de su función en la sociedad. Una cruz, imagen de la misión de fe confiada a su potestad. Una espada, representación de la justicia. Estos son los símbolos que alimentaron la defensa de su insignia. Cuando en el siglo XVI fray Luis de Granada escribió en su Sermón de las caídas públicas que la Inquisición constituía el "muro de la Iglesia, columna de la verdad, guarda de la fe, tesoro de la religión, arma contra los herejes, lumbre contra los engaños del enemigo y toque en que se prueba la fineza de la doctrina", pocos se atrevían a impugnar la fortaleza de una institución destinada al amparo y a la protección de la fe católica. Cierta¬mente, la Inquisición fue durante los siglos XV, XVI, XVII y XVIII la corporación española que veló por la defensa de la ortodoxia y de la compostura de la sociedad. El propósito de la Inquisición consistía en remediar los desvíos de una sociedad que de cuando en cuando se aparta de los principios religiosos y morales. El Estado y la Iglesia españoles procuraron inculcar que estas normas de conducta debían proseguirse durante una vida.
El Santo Oficio de la Inquisición ha sido por muchos años una institución que ha llamado la atención de innumerables estudiosos. El análisis ha sido desde distintas perspectivas. El conocimiento actual sobre el tema es, sin lugar a duda, muy amplio y quizá una de las instituciones mejor conocidas, pero simultáneamente es la menos conocida. El público poco versado en la Inquisición, por lo general, suele asociarla con sinónimos ajenos a su verdadero papel desempeñado en el ejercicio de sus funciones.

Bibliografía:p. 317-340