Resumen: La Declaración Universal de los Derechos Humanos, elaborada y adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948, sostiene que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, y que estos derechos les son inherentes en virtud de su calidad de ser humano. La declaración, columna vertebral de lo que se conoce como la "Carta Internacional de Derechos Humanos", no hace sino refrendar el principio de igualdad de derechos, tanto para hombres como para mujeres, que se formalizó con la firma de la Carta de las Naciones Unidas en 1945, la cual tiene como uno de sus propósitos fundamentales:
realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario, y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión.
En otras palabras, la comunidad internacional reconoce, desde mediados del siglo xx, que todos los derechos humanos y las libertades fundamentales son patrimonio de la humanidad y que es el deber de los estados, y de la sociedad en su conjunto, procurar su promoción y su protección. En ese contexto, los derechos de las mujeres y las niñas son considerados como parte inalienable e indivisible de los derechos humanos universalmente reconocidos.
Sin embargo, a pesar del reconocimiento generalizado de este principio, la realidad demuestra que las mujeres, tan sólo por su condición de género, siguen padeciendo situaciones de desigualdad, violencia y discriminación que pretenden ser justificadas con argumentos que hacen alusión a tradiciones, costumbres o estereotipos arraigados en el entramado social.