Resumen: Karl Heinrich Marx es, con toda seguridad, uno de esos personajes indispensables en la historia humana de todos los tiempos, ya que desde que nace está marcado para llevar a cabo grandes aportaciones filosóficas, políticas, religiosas, sociales, matemáticas y científicas, por mencionar solamente las que más domina, mismas que trascenderán su espacio y tiempo.
Marx no cree en los cambios sociales sencillos y paulatinos, sino que siempre piensa que los movimientos revolucionarios deben ser violentos, que sacudan a las sociedades que las originan para lograr un equilibrio más justo y distributivo entre el proletariado y los pequeños burgueses, dueños del dinero, por lo que no es de extrañar que con este tipo de señalamientos, los señores de su época que poseían las riquezas y muchos de los que gobernaban, lo marcaban y trataban de separarlo y aislarlo para que su influencia no llegara hasta el sector más sensible de la naciente sociedad industrial, el proletariado y las clases más pobres, ya que, como no tienen nada que perder, son los impulsores de las revoluciones y esto espanta a la clase pudiente de cualquier estrato social.
Karl Marx y su obra son reconocidos plenamente después de su fallecimiento en 1883, cuando muchas de sus teorías empiezan a aplicarse en varias de las sociedades europeas y americanas; incluso su nombre es utilizado como sinónimo de igualdad, justicia y progreso social, aunque también de cambios bruscos y revoluciones sangrientas; así, al morir él, nace el marxismo como una doctrina que traerá muchos dolores de cabeza a los países más desarrollados del siglo XX, al ser asociado el comunismo como una forma de gobierno que no respeta los tradicionales símbolos y creencias de este siglo.