Resumen: El pintor yucateco Jaime Barrera Aguilar cumple ya ahora una veintena de años, en los cuales ha venido construyendo una valiosa obra que mucho enaltece el conjunto plástico en nuestra región y particularmente el mapa pictórico contemporáneo de Yucatán.
A diferencia de lo que pregona el viejo tango, para Jaime Barrera son y han sido precisamente, mucho: no cabe duda que han constituido un ardoroso camino de parto feliz y de crecimiento perdurable, y por eso han producido un fruto pleno de vitalidad y de belleza. Su obra, hecha de toda claridad y de color, está compuesta de “sabiduría (…) luz, profundidad y sombras (…), así como de una sensibilidad finísima (…)”, a decir de Roger Campos Murguía.
Además de ser la acuarela su lenguaje propio – y por cuya maestría José Díaz Cervera le ha bautizado “tatuador del agua”- trabaja amplia y lúcidamente el acrílico y otras técnicas. Es aquí que el resultado completo de su trabajo está en su mayor parte contenido en sus doce colecciones presentadas, en cuyos títulos se evidencian expresiones de su rico mundo personal: interioridades, acuosidades, coloridos, figuraciones, senderos, imaginaciones, escrituras, atmósferas…