Resumen: La sabiduría es gratitud por amaneceres, la ingenuidad, la mirada tierna y compasiva que nos interpela, imprescindible espontaneidad, nobleza, retrato de la libido. La capacidad de meditar: notas que emanan de voces profundas y testimonios interesantes. Ante todo, literatura sin murallas de forma, textos con esencia, magia, costumbres, verdad e imaginación, que son en sí y para todos, estampas, retazos de nuestra humanidad y afluentes.
En ese otro nos vemos retratado, sucumbimos ante la presencia del existencialismo, al duelo, al dolor, a la comunicación con el ser, que se ha ido, esas presencia del ausente que experimentamos y tienen, por lo mismo, significado real, pues sabemos que estamos ante interlocutores, que los vínculos permanecen, aunque las persona no estén con nosotros.
En la antología brotan mensajes, melodía, declaración de los amantes y sentirse a la intemperie, con humor, desprecio, sorna. Pero también en ella, cuando se regodea ante los paisajes, la amistad, el amor, consigue la esperanza del ser humano.
Del trópico a las alturas insondables, asuntos de lo cotidiano, muestra diversa para sentirnos sorprendidos al ritmo de trompetas y bongos, de danzones prendidos en la sangre.
El acierto de la otredad es que a través de las obras nos reconocemos. Los textos poseen el don de escudriñar los recodos posibles por los que atraviesa el ser humano. Somos lectores, que a manera del actor, encarnamos disímbolos personajes; uno se ve, se encuentra en ellos; en esa caja de Pandora que nos atrapa y sumerge en el remolino de sentimientos entremezclados. Porque las aristas extrapoladas nos conducen desde la tribulación exasperante hasta el rencuentro con la esperanza.