Resumen: El poder de convención del hombre se nos muestra tan normal y cotidiano que poco nos mueve a la reflexión. Sin embargo, esta capacidad tanto natural como intelectual ha sido decisiva en el desarrollo de la historia, en la construcción de proyectos colectivos. La creación del Estado es, precisamente, la suprema expresión de organización humana. En ese plano de convergencia de voluntades, con tanta antigüedad como la sociedad misma, aparece una figura que tiene sus orígenes en la colaboración y ayuda mutua: el contrato. A través de este acto jurídico, las partes concertantes, además de colocarse en una posición de cooperación y coparticipación hacia una meta u objetivo, asumen el papel de ser los autores de reglas individualizadas, en este caso contractuales, a las cuales deciden someterse por su propia voluntad.
En el siglo XXI, el contrato no ha perdido ni vigencia y mucho menos importancia, sigue siendo el medio o implemento necesario para instrumentar operaciones civiles, comerciales, de administración pública, de gran complejidad y trascendencia, en todos los órdenes de la actividad humana. Por ello, la relevancia de detenerse a hacer un estudio minucioso de esta figura, como el que se propone en esta investigación conformada por dos partes: la primera, dirigida a la reflexión acercando conceptos fundamentales que conforman la teoría general del contrato y sus implicaciones, y la segunda, al análisis en particular de una de las diversas categorías o especies de contratos civiles, tomando como referencia el orden seguido por nuestra legislación vigente.

Bibliografía: p. 1179-1181

Índice: p. 1183-1203