Resumen: Uno de los problemas más complejos y sensibles que afrentan quienes ejercen la docencia en cualquiera de sus niveles y modalidades es, sin lugar a dudas, la evaluación. La complejidad radica en el hecho de que no se trata sólo de cuantificar -para luego calificar-, la adquisición de una serie de conocimientos de un cierto contenido programático, sino de abarcar la personalidad global de los educandos, esto es, su formación como individuos.
En este libro, magnífica obra que forma parte de la serie "Pedagogía dinámica", el autor presenta un análisis exhaustivo, tras el cual queda claro que se requiere una toma de posición teórico ideológica previa para abordar la evaluación aplicada a los fenómenos sociales en general y a los educativos en particular.
Los criterios positivistas y neopositivistas de aplicar a los fenómenos sociales los métodos, las técnicas y los instrumentos propios de las ciencias naturales, como sería la medición, han perdido vigencia. Muchos tratados se preocupan por mantener actualizados sus marcos teórico-conceptuales, estableciendo, en nivel operativo, un mecanismo de aplicaciones que suponen único y perfecto; por tanto, pecan de acríticos.
Otros sistemas de ideas que proponen además de la suma de las partes, enlaces, funciones y fusiones que permitan establecer relaciones entre las partes y el todo -y viceversa-, orientan sus perspectivas de evaluación respecto de funciones, de estabilidad normativa, de coordinación integrativa, de seguimiento de objetivos y de adaptación social.
El nuevo concepto de educación permanente rechaza los procedimientos clásicos, basados en una supuesta "normalización" a los que, hasta fechas recientes, se recurría par determinar valoraciones de conductas sin tomar en consideración las permite abordar otras problemáticas y aun cuestionarse la validez de evaluar a los individuos desde ópticas externas a sí mismo, o si la única forma aceptable es la autoevaluación con todo lo que ella implica.

Bibliografía: p. 169-174