Resumen: Figura clave de la Revolución Mexicana, Felipe Ángeles estuvo preso en febrero de 1913 en la intendencia de Palacio Nacional al lado del presidente Madero por negarse a participar en el cuartelazo de Victoriano Huerta. Todo hacía suponer que también sería sacrificado, pero tenía demasiado prestigio dentro del ejército y Huerta prefirió mantenerlo preso unos meses y luego exiliarlo a Europa. A partir de entonces, un sueño para obsesionar a Felipe Ángeles: alcanzar a Madero en sus ideales de libertad y justicia y, quizás, en la muerte misma. "En algún lugar de la muerte", escribió. Muerte que en 1919 buscó y encontró tras un breve y amañado juicio ordenado por Carranza y que finalmente ha significado uno de los momentos más dramáticos y grandiosos de nuestro movimiento revolucionario. Pero antes, y por sobre todos sus logros como militar, en 1914 fue estratega decisivo, al lado de Villa, en las batallas de Torreón y Zacatecas, que determinaron la derrota del gobierno usurpador y cambiaron el rumbo del país. "Sin Ángeles no hubieran llegado a donde llegó la División del Norte", dijo el propio Villa.
Por lo anterior, y por su honda capacidad humanista, Ángeles simboliza la otra Revolución Mexicana, la que nunca se realizó y continúa latente en los afanes democráticos de nuestro país: de ahí la estrategia más íntima del general Ángeles, de ahí sus constantes contradicciones, de ahí su sacrificio final. "La verdad y la libertad a cualquier precio", escribió, y por ello su mensaje nos resulta de una actualidad abrumadora.
Tenía que ser sin remedio en una novela donde volviera a cobrar vida el quijotesco general Felipe Ángeles: es su espíritu más que los hechos escuetos y fríos lo que Ignacio Solares ha logrado rescatar, recrear, casi reinventar en esta novela - premio novedades Diana 1991 - profusamente documentada y de una prosa transparente y precisa. Al hacerlo nuestro, ese espíritu de Ángeles nos engrandece y nos llena de esperanza.