Resumen: Los gatos, es sabido, han provocado desde siempre en el hombre reacciones muy complejas. Son tan bellos como un tigre pero ¿menos peligrosos? El gato que nos presenta Juan García Ponce (1932) no escapa a esta ambigüedad, aunque su riesgo se inclina en una dirección no menos inquietante: la voluptuosidad, la misma que unía a las brujas medievales y a las de nuestros días con sus familiares, el demonio pequeño, por lo general en forma de felino, que guardaban, en su casa. La influencia que el gato ejerce sobre los personajes de este cuento se manifiesta, en principio, como una iniciación a protegerlo; más tarde la pequeña figura se convierte en una presencia indispensable para revelarse, finalmente, como un malestar, como una inmersión en el inconsciente de la pareja protagonista, o mejor dicho, coprotagonista con el gato, que altera de manera definitiva su relación.
El anterior es uno de los encuentros y figuraciones que Ponce nos depara a lo largo de El gato y otros cuentos. Encuentros donde se entretejen la sensualidad, la claridad, el rigor y la imagen poética, siempre prolongada más allá de sí misma. Su cotidianeidad nace de una suerte de misterio sugerido, de un sueño que se hace vigilia para quela vigilia pueda convertirse en sueño. Figuraciones que aparecen y desaparecen, que no representan un sistema simbólico, sino que son proyecciones vehementes de un deseo; que se rigen por leyes que fluyen con toda extrañeza del pensamiento y de la carne y que rozamos suavemente al leerlas.