Resumen: El fuerte olor de las rosas llenaba por completo el estudio y cuando una suave brisa de estío jugo entre los arboles, por la puerta abierta, empujo el denso aroma de las lilas y el más sutil de los escaramujos.
Lord Henry Woton, desde un rincón deldiván, tapizado de telas persas, sobre el que se hallaba echado fumando un cigarrillo tras otro como era su costumbre, distinguía con precisión el centelleo de las suaves flore de color de miel, cuyas temblorosas ramas parecían no poder soportar el peso de tan magnífico esplendro; y de vez en cuando las sombras fantásticas de los pájaros fugaces se reflejaban en las largas cortinas de tussor, que pendían ante el ventanal, produciendo como un momentáneo efecto japonés, haciéndole pensar en esos pintores de Tokio, de rostro de pálido jade, que por medio de un arte necesariamente inmóvil, intentan decir todo el sentido de la velocidad y del movimiento. Entre las largas hierbas, el monótono murmullo de las abejas buscan su camino revoloteando alrededor de las abejas buscan su camino revoloteando alrededor de las polvorientas y doradas bayas de una solitaria madreselva haciendo más opresora aquella calma. El zumbido sordo de Londres semejaba la nota resonante de un órgano lejano.