Resumen:
En 1996 salieron del establecimiento tipográfico de la Oficina Impresora del Timbre, por primera vez coleccionadas, las poesías de Manuel Gutiérrez Nájera. Aquel volumen es el se ha venido reproduciendo, a partir de 1897, sin aumento ni variación en su contenido. No es un libro orgánico, seleccionado amorosamente por el autor: el poeta se había alejado de la vida un año antes y no pudo escoger las melodías de su propio cancionero.
Manos amigas fueron las que, con espíritu devoto y en un extremo sumiso, recogieron sus versos tal como se encontraron en las hojas periódicas que entonces, más que ahora, pecaban por sus infidelidades tipográficas. La sola ley que se observa en la recopilación sin mucho rigor es la cronológica, buena en cuanto sirve para salvar la obra de la dispersión y de otras contingencias lamentables. El prólogo, repetido en las demás ediciones, es en verdad insustituible. Constituye un excelente ensayo en que culminan las mejores cualidades del crítico: gusto acrisolado, conocimiento de la literatura de su época, cabal compresión del espíritu de Manuel Gutiérrez Nájera. Estas páginas de Justo Sierra cuentan entre las más hermosas que en el género registra la literatura mexicana.
Eran 158 las poesías coleccionadas en el año de 1896. El norteamericano E. K. Mapes editó en 1943 una nuestra serie que, a su juicio, comprendía todos o casi todos los poemas del autor hasta hoy desconocidos. Se engañaba Mapes, ya que a las 27 composiciones realmente no recogidas antes, ha sido fácil agregar otros veinte poemas que figuran en la presente edición, de la que no se podrían decir aún, sino convencionalmente, que merezcan el título del Poesías completas. Crecerá más la obra pero, de cualquier modo, son éstas variadas en su temática y en su valor estético. Pocos poetas han dejado en su temática y en su valor estético. Pocos poetas han dejado en su camino huellas tan perceptibles de la diversidad de sus afanes. Es obvia la observación de que fue solicitado sucesiva o simultáneamente por todas las corrientes literarias de su tiempo. Su vida breve apenas le permitió traspasar los años de aprendizaje; pero dotado de aguda sensibilidad poética, y nada premioso, aprovechó su momento para hacer versos henchidos de futuro o suscitadores de honda curiosidad, y todo sin conceder importancia al acto creador, como jugando, como floreciendo a la manera de un rosal abrileño.