Resumen: Perteneció Xavier Villaurrutia (1903-1950) a una generación literaria que, unida por voluntaria afinidad de propósitos y de gustos, hizo de la poesía mexicana un renovado instrumento de expresión. Cuando la gran generación modernista había dado ya a nuestras letras sus mejores poemas, y los escritores inmediatamente siguientes - entre ellos de manera predominante Ramón López Velarde - se preocupaban por ofrecer ante la creación artística una actitud distante de las de sus antecesores, la generación llamada de contemporáneos (1928-1931), nombre de la principal revista en cuyas páginas congregaron sus aspiraciones, dio el salto y, a veces de manera funambulesca y en ocasiones con el acierto que presta el acaso de la aventura, arrancaron la poesía de un molde que, por común, empezaba a proliferar en escritores de parco relieve. Poco había que hacer, con las técnicas en uso, frente al idilio salvaje de Manuel José Othón, o frente a algunos poemas de notable estirpe de Salvador Díaz Mirón, o ante la loada obra de Amado Nervo y la madurez de Luis G. Urbina y Enrique González Martínez, ni resultaba propicio seguir las huellas de no escasos poetas de promociones intermedias.