Resumen: Muchos puntos de contacto tiene el pensamiento de José Joaquín Fernández de Lizardi con el del padre Feijóo. Ambos se preocuparon por librar al pueblo de supersticiones y ambos aspiraban a mejorar la educación popular. Más si el autor del teatro crítico supera al mexicano como sabio y aún quizá como escritor, Lizardi sobresale por la energía y el valor que puso siempre al servicio de su pluma. Cuando tantos escribían una literatura amanerada e inocua, él se acerco a su pueblo, revelando con ello la certera comprensión que tuvo de la misión del escritor. Pero nada más ajeno a su propósito que ocuparse de estos temas por un placer de folklorista o de lingüista; su intención fue siempre educativa y, más aún, civilizadora. Y aunque hoy leamos sus obras movidos por la gracia pintoresca de sus estampas y por la gracias popular de su lenguaje, debemos recordar cuál era su propósito y cuál valiente fue hombre que, a principios del siglo XIX se entrego con tanta clarividencia a la defensa de los desheredados.
Su pluma tenía la socarronería aguda del mexicano. Supo aprovechar las circunstancias y preferir la burla y la ironia a la injuria. Al fin, quizá fueron más eficaces sus maliciosas sonrisas y sus sátiras que muchos denuestos y proclamas de los periodistas insurgentes.