Resumen: Andrés Henestrosa en su prólogo a poetas y escritores modernos mexicanos de Juan de Dios Peza (1852-1910), refiriéndose al poco recuerdo o ninguno que existe de este otrora tan famoso escritor, dice: "No es, sin embargo merecedor del olvido que lo cubre. Algo de su obra, algún poema, una sílaba siquiera, ha de sobrevivirle. Si no el poeta, el ciudadano, el inmaculado patriota, el cantor cívico merece nuestro recuerdo, nuestra gratitud por tantas estrofas sonoras con que nutrió nuestra ya lejana niñez pueblerina. // Peza vio venir la muerte y el silencio. A pie firme los esperó, sin que la pluma se le cayera de la mano. Larga fue su dama, larga melancolía, conquistada con dolor con ternura y con lágrimas, ha dicho Urbina Grande fama, que dio de sí para la vejez, para resistir el olvido anticipado que fue cubriendo su nombre y sus libros. Nada hizo por ponerse al día, como otros, legítimamente, han hecho. Estaba habituado a los viejos moldes, a las rimas sonoras, al verso rotundo, a las consonantes y asonantes obvios, con que sabía llegar derecho a las multitudes, que lo proclamaron el primero de todos los poetas mexicanos. Aquella funesta facilidad de que habló Alfonso Reyes, acaso a ninguno otro pudiera aplicarse con mayor justicia. Los tiempos eran otros, otras las tendencias de las letras, distinta la expresión, y Juan de Dios Peza se fue quedando atrás, viendo partir los nuevos barcos en que algunos de sus amigos y compañeros viajaban". Esta selección de cuentos rescata un fragmento más olvidado de Peza, cuentos o, más bien, anécdotas de recuerdos personales en los que el sentimentalismo de este escritor campea, como en sus versos, dándoles ese toque de sensibilidad o cursilería tan propios de él.