Resumen: La lectura es siempre un asunto de fe; de fe en los productos del devenir humano y de fe también en nuestras propias capacidades para hacer de ella una aventura de la imaginación. El que lee nunca estará solo, pues siempre tendrá la compañía de su lectura y el halo que invariablemente de ja la palabra vertida con inteligencia.
Por una extraña coincidencia, a los diez años de edad me topé con un libro y en él descubrí mundo fascinante. No es mucho lo que he podido leer desde entonces, pero, debo reconocerlo, sí ha sido muy sustancioso.
De todo lo que la lectura me ha proporcionado, la poesía supone uno de los instantes más gozosos ya que no sólo me ha puesto en los caminos de un íntimo deleite, sino también me ha abierto la posibilidad real de conocer los recovecos de eso que muchos han denominado genéricamente como el alma humana; en toda esta experiencia no deja de sorprenderme la continuidad del pensamiento concretada en frutos de la inteligencia los cuales, siglos atrás, fueron la semilla de una forma de imaginar el universo. Así, la mística y la ascética hispanas no hubieran sido lo que fueron sin el concurso de la gran explosión humanística del Renacimiento y éste a su vez, sin la templanza necesaria, jamás hubiera podido constituirse en esa gnoseología del mundo que es el Barroco.