Resumen: La Declaración Universal de los Derechos del hombre y del Ciudadano, proclama de un pueblo y aspiración de la sociedad de la época, impacto, junto con el movimiento constitucionalista inglés y la revolución Norteamericana, a la vieja Europa que, a partir de esos movimientos fundamentales, habría de modificar su esquema político.

El proceso del constitucionalismo moderno, inspirado paradigmáticamente por Francia, Inglaterra y los Estados Unidos, tendió a llenar el vacío existente en materia de derechos humanos, cuyo reconocimiento como derechos públicos subjetivos fue la motivación de la sociedad occidental, y posteriormente requerimiento internacional.

México, como país de tradición occidental, no permaneció al margen de esta favorable influencia; de hecho, con la proclama de su Independencia inicia una tradición que en algunos momentos de su historia lo hará trascender y le merecerá el reconocimiento internacional.

Nuestro país, en la Constitución de 1917, consagró por primera vez en el mundo los derechos sociales, llamados derechos humanos se segunda generación, para diferenciarlos de los orígenes derechos públicos subjetivos. No obstante este importante avance y el reconocimiento y desarrollo del amparo mexicano, que trascendido a otras latitudes, no hemos sido capaces de desarrollar, de acuerdo a las necesidades de una transformada sociedad civil, una gama más amplia de los originales derechos humanos.

En fecha reciente, México reconoció los derechos humanos de tercera generación y se somete, motu proprio, a los efectos vinculantes de organismos internacionales de protección de los derechos del hombre, i. e. la Corte Interamericana de Justicia, reconociendo con ello el avance en la materia y aceptando la amplitud de la cobertura proteccionista; sin embargo, mucho camino nos queda por recorrer, esto no es más que el inicio de la configuración de una sociedad más justa.

Bibliografía: p. 363-372

Índice: p. 373-376