Resumen: No hay que apartarse de las bases sociológicas que le canalizan ni de las rutas jurídicas que le fundamentan. Pues si el delito es un fenómeno humano que se ha producido en el decurso de la historia y que ha sido objeto de una valoración cultural, los más elementales y llanos principios lógicos obligan modernamente a contemplar dicho fenómeno es su cristalina realidad histórica, filosófica y jurídica, forjada por un plexo de corpúsculos orgánicos de muy varia naturaleza.
Es, en verdad de sumo interés percibir lo que el delito ha sido a través de la historia desde el albor de la humanidad. En todas las épocas, en todos los lugares y en todas las civilizaciones han existido comportamientos humanos objetos de desaprobación. Empero, dichos comportamientos se han ido lenta y paulatinamente perfilando en sus contornos naturales y también ampliando y afinando en extensión y profundidad las bases fundamentadoras de las devaluaciones colectivas que en cada momento de la historia se han proyectado sobre dichos fenómenos.
Pocos fueron en el albor de la humanidad los comportamientos humanos objeto de una censura colectiva o, más propiamente dicho, de una desaprobación tribal. En las agrupaciones primitivas los comportamientos causativos de una reacción tribal eran aquellos que ofendían el tabú mágico, esto es, las prohibiciones vigentes en la tribu oriundas de supersticiones, hechicerías, y costumbres ancestrales, en las que los magos o sacerdotes - siempre al servicio de los poderosos- eran veladores. No hay en estas agrupaciones humanas primitivas un concepto destacado de lo que hoy estimamos como delito, pues las violaciones de los tabúes mágicos tenían más bien la naturaleza de lo que las religiones positivas han considerado como pecado.