Resumen: El interés del ser humano por alcanzar mejores estadios espirituales y materiales, hace que los pueblos busquen con su esfuerzo diario forjar sus mejores obras; a veces, pasan muchos años para que los productos del desarrollo social cobren forma y puedan ser apreciados con claridad. Esto sucede también con el derecho, con su estructura de cuerpos normativos, instituciones y resoluciones. Es una obra que constantemente se depura y que tratan de adaptarse a las nuevas exigencia que los tiempos imponen.
En este orden de ideas, la jurisprudencia, como norma jurídica, no escapa a esa evolución en que, con las aportaciones de distintas generaciones de profesionales dedicados al derecho, ha adquirido los perfiles de eficacia que tienden a satisfacer la delicada tarea de impartir justicia. En efecto, la jurisprudencia representa la tenaz y cotidiana construcción del derecho que, a través de la interpretación, subsana la laguna que pudiese presentar la ley, precisa sus alcances, aclara sus contenidos y procura la unidad de todo el sistema jurídico.
En México, para edificar un sistema jurisprudencia propio, los intérpretes del derecho han sostenido un decidido empeño que se podría considerar histórico. Desde el siglo XIX, época en que se gestó el Poder Judicial de la Federación, los juristas mexicanos procuraron encontrar soluciones afines a la naturaleza de los problemas que la sociedad planteaba. De esta manera, la jurisprudencia mexicana se convirtió, a lo largo de distintas etapas, en un instrumentos imprescindible para la consolidación del proyecto nacional dispuesto por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.